El Milagro de la Vida

Faltan 135 días, pero hace 19 años, un día como hoy pero miércoles, a esta hora estaba yo en el hospital South Miami, en la sala de pre-parto, esperando al Doctor Torres . A las cinco de la mañana se me había roto la fuente y como ya lo teníamos todo más o menos preparado, llegamos enseguida al hospital. Pero mi hijo no quería atravesar el tunel misterioso; se sentía muy cómodo en la bóveda uterina donde había permanecido por las últimas 38 semanas. El Dr. Torres, informado de que a pesar de que yo había roto la fuente desde temprano no tenia contracciones, se tomó su tiempo y no se apareció por alli hasta las 2 de la tarde. En todo ese tiempo yo dormi, me desperté, fui al baño, dormí mas, sufrí cuando la enfermera me hizo un reconocimiento, porque metió su mano enguantada por el tunel por donde iba a salir el niño para ver en que posición estaba y eso me dolió más que cuando me sacaron una muela sin anestesia. Después de eso pensé que a lo mejor tener un parto natural no iba a ser tan placentero como yo quería que fuese. Al lado mío había una muchacha que también estaba en espera. Ella tampoco dilataba y finalmente le pusieron una medicina para inducir el parto.

Al rato se la llevaron. El salón de parto estaba cruzando el pasillo. Desde mi cama pude escuchar los gritos que daba cuando estaba pariendo. La idea del parto natural, esa sensación de alcanzar la maternidad con toda los colores y dolores para sentirse MADRE...rápidamente perdió todo su encanto. Cuando llego el Doctor y me hizo otro doloroso reconocimiento y me dijo que no había dilatado nada, que si quería me ponía el pitusin para inducir el parto, pero que en su opinión iba a estar unas horas sufriendo dolores y contracciones y al final no iba a poder parir natural y que si....Cesárea! No lo deje terminar. Pitusin? Su abuela. "Esta bien. A las 3 y media te operamos". Me dijo.

Rapidamente vino una enfermera y comenzo a afeitarme. La pobre sufrió las consecuencias de que en aquella epoca todavía no había estallado la revolucion de la cuchilla.

Cuando ella terminó vino otra y me puso un lavado. El efecto purificador no se hizo esperar y ahí fui yo quien pagó las concuencias de haber comido como una lechona durante todo el embarazo.

Por fin a las 3 y algo me llevaron para el salón de parto. Yo iba encantanda de la vida. Me sentía ligera, afeitada y confianda en Dios que todo iba a salir bien.

Me sentaron en la camilla para sacarme la raquídea. Me iban diciendo con mucha amabilidad todo lo que me iban a hacer. Yo pensaba que la extracción de la raquídia iba a ser dolorosa, pero no. No recuerdo haber sentido nada extraordinario. Solo un poco de miedo de que me fuera a mover y me desgraciaran para siempre porque me advertian mucho que no me moviera. Despues del pinchazo me acostaron y me dieron un vasito con una dosis de algo que me puso un poco tururata. Me taparon con una pantalla del pecho para abajo y comenzaron los doctores, enfermeras y asistentes a facilitar el milagro de la vida.

Yo no sentía dolor, pero sentía un traqueteo en mis entrañas. Como tirones. Mi esposo estaba dentro del salón, tirando fotos. Yo pensé que se iba a desmayar cuando viera como me abrían. Pero no. No sólo no se desmayó sino que tiró la foto maravillosa que encabeza esta nota.

Al poco rato del traqueteo, exactamente a las 4:05 PM, nació mi primogénito. Cuando senti el consabido llanto rompí a llorar yo también. Era un llanto de alegría, de emoción, de esa emoción única e irrepetible que provoca el nacimiento del primer hijo.

Mi esposo que se llamaba igual que su padre y que su abuelo, no puso reparo en que yo nombrara a nuestro hijo como mi padre. Asi es que le pusimos ese nombre pequeño que me llena tanto la boca y el corazón al mencionarlo:

Juan

Happy Birthday Juan Manuel!