La Herencia de Macumba. Tercera Parte


Macumba le zumba.


Su Majestad Enrique VIII jamás se hubiese imaginado el carnaval de Río que existía en las caderas de Macumba. Las habilidades amatorias de la jovencita superaban las de todas las descabezadas juntas que habían pasado por la cama real.

Estuvieron encerrados siete noches con ocho días en aquella habitación en la que sólo entraban las doncellas tres veces al día a traeles alimentos y cambiarle el agua a la tina donde Macumba obligaba al monarca a meterse antes de casa sesión amorosa.

El rey estaba enloquecido con ella, no sólo por la creatividad de Macumba en cuanto a inventar posiciones sino por los cuentos que le hacía en su ingles chamuscado sobre los peligros de la selva, las mordidas de pantera, las estampidas de los elefantes, los venenos de serpientes, los ritos religiosos, las grandes cazuelas de los Mecomo Tumondongos y el peligro de caer en ellas y mucho más. Entre tantas aventuras el rey se preguntaba en que tiempo esta chica había aprendido tan bien las artes amantiles.

Macumba se convirtió en la preferida del monarca. El rey le trajo los mejores maestros para que la educaran con el mismo esmero que a una princesa. Macumba aprendió rápido lo que tenía que aprender y terminó enseñando ella un par de cosas a los todos los maestros.

Los siniestros consejeros del rey veían en ella una amenaza. Macumba tenía ideas sociales muy avanzadas, era muy inteligente y ya tenía medio convencido al rey de que la gran Inglaterra debería oponerse totoalmente a la trata de esclavos y combatirla a toda costa. Además quería que la mandara con la Armada Inglesa a recoger a su familia (que eran en total como 54) para traerlos a vivir con ellos en el palacio.

A los consejeros de rey les dio Changó. Comenzaron a confabularse en contra de ella y a pedirle al brujo que le aumentara la dosis de hierba de Viagra al brebaje del rey con el objetivo de inducirlo a cortarle la cabeza de una vez a la Reina Negra, como la llamaban.

Los orichas de Macumba le dijeron una noche que el rey estaba considerando hacer rodar su cabeza, a pesar de lo mucho que ella le gustaba. Estaba cediendo el muy cobarde a las influencias de los malandros consejeros.

Esa misma noche Macumba mandó a llamar a su médico de confianza, el viejo del barco de la Armada, y le pidió que la sacara de allí y la llevara a un lugar donde nunca la pudieran encontrar.
El viejito se la llevó a Irlanda.

Con todas las joyas y pieles que Macumba pudo llevarse, compraron un gran terreno y construyeron una casa grande que Macumba convirtió en un orfelinato.

El doctor que no tenia familia, adoptó legalmente a Macumba y de paso se convirtió en el pediatra de los huerfanitos.

Macumba recogía críaba y educaba los huérfanos de la vecindad los cuales la adoraban y la llamaban Mama Cumba.

Todos los guajiros de por allí estaban alebrestados con la belleza negra, pero ella no les daba ni pa’ café porque todos los que venían a hablarle tenían aliento etílico.

El amor llega por mar

(continuará)



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